La Cofradía de Santa Águeda de la Capilla Real de Barcelona

Ágata mostrando sus heridas.

Xavier Alarcon i Campdepadrós

Los barceloneses que se jactan de serlo conocen perfectamente las cuatro o cinco estampas más famosas de la Ciudad Condal: que si la Sagrada Familia, que si el Camp Nou, que si Plaza Cataluña, que si el Tibidabo, etc. Muchos de ellos también saben reconocer una postal de la Plaza del Rey, con su característica escalinata semicircular en la esquina, ya que es una de las estampas más típicas del Barrio Gótico y también una parada obligatoria de los rebaños de turistas que solían visitar antaño Barcelona. Esta plaza está delimitada por dos torres muy particulares; a un lado el mirador del rey Martín, del Palacio Real Mayor de los Reyes de Aragón, y al otro lado el campanario de la Capilla de Santa Águeda. Y de esta capilla quiero hablar hoy, ya que el día 5 de febrero se celebró la fiesta de Santa Águeda y se hubiese celebrado misa en ella. Del mismo modo se hubiera bendecido fruta y pan para repartir entre las mujeres, ya que la santa en cuestión es la patrona de la mujer.

Vayamos por partes. En primer lugar hablemos un poquito de la santa. Águeda (o Ágata, que es como más se la conoce en Barcelona) era una joven cristiana oriunda de Catania, una localidad de la isla de Sicilia. Vivió a finales del siglo III, y fue víctima de una de las últimas persecuciones de cristianos, la del emperador Decio, del año 251. Poco más se sabe del cierto sobre la chica, más allá de que fue la patrona de su ciudad y un símbolo para los cristianos de la isla. La narración de su martirio cuenta que fue torturada por los soldados romanos a base de cortarle los senos. De ahí que fuese invocada por los fieles como abogada contra las dolencias de pecho, así como de la lactancia (aunque ella fuera virgen) y de las mujeres en general. Por su intercesión se cree que se detuvieron los estragos de una erupción del volcán Etna, en el corazón de Sicilia, por lo que también se la invocaba contra los incendios y el fuego. En Catania se construyó una imponente basílica sobre su sepulcro, en donde aún se venera la mayor parte de sus reliquias.

La capilla de Santa Águeda de Barcelona y su cofradía

Capilla de Santa Ágata. 

Por todos es sabido que Barcelona fue la capital en donde residían los Condes de Barcelona, familia de la que nacerían los Reyes de Aragón, Valencia y Mallorca. Los Reyes vivían en el antiguo palacio condal, ampliado sucesivamente durante los siglos XIII, XIV y XV, hasta que en el siglo XVI la monarquía se trasladó a Castilla. Este palacio tenía su propia capilla, documentada ya en el 1173, y dedicada a Santa María, que era donde los Reyes asistían a misa y en donde se celebraban las ceremonias religiosas de la Corte, como por ejemplo bodas, bautizos o predicaciones cuaresmales, a las que siempre asistían oradores de primera categoría.

En el siglo XIV, el rey Martín el Humano deseaba crear una capilla-relicario en donde guardar la colección de reliquias que custodiaba la familia real, al estilo de la Sainte Chapelle de París. Tan grande era su interés que incluso escribió, en 1398, una carta a Carlos VI, rey de Francia, para informarse sobre ella. El rey Martín deseaba que una congregación de religiosos se hiciese cargo de la Capilla Real, por lo que en el año 1408 concedió su gestión a la Orden de los Padres Celestinos (una rama de los benedictinos), que fundó un monasterio en Barcelona, llamándose éste “de las Santas Reliquias”. A la muerte del rey, pero, la donación a los Celestinos se revocó, pasando la capilla a estar al cargo de los Padres Mercedarios, que ejercían de capellanes y la gestionaban en nombre de la Casa Real. La colección de reliquias, pero, pasó por cuestión de herencia, a ser propiedad de la reina viuda, María de Luna y algunas de ellas se dispersaron entre los otros palacios de la Corona. La capilla se fue decorando con el tiempo, y fue el Condestable Pedro de Portugal, el que hizo pintar, en 1464, el famoso retablo de la Virgen de la Epifanía, pasándose a conocer la capilla como “Santa María de los Reyes.”

Martí l'Humà

Cuando la Corte y los Reyes se fueron a Castilla en el siglo XVI, la Capilla perdió su función de capilla de los reyes, pasando a depender de los virreyes y de otras entidades cívicas y religiosas de Barcelona. Fue en ese momento cuando la capilla se empezó a conocer como de Santa Águeda, ya que dentro de la iglesia, entrando a mano izquierda, había la pequeña capillita con un altar dedicado a Santa Águeda, en donde había estado el relicario real, y en donde se guardaba una reliquia de ella, que estaba expuesta para la veneración pública. La reliquia en cuestión era una piedra manchada en sangre, que la tradición decía que estaba a los pies de la santa durante su martirio. Esta reliquia era de las más importantes que guardaba la capilla, y fue conseguida por el rey Martín el Humano, que en aquel momento también era rey de Sicilia. Tanta fue la devoción que sintió el monarca que hizo de Santa Águeda protectora de la familia real.

La devoción a Santa Águeda entró en Barcelona, pues, de la mano del rey. Por ello se constituyó en su capilla, después de la muerte del rey Martín, una cofradía dedicada al culto de la santa y a su veneración. Esta cofradía, fundada de manera informal en el siglo XV, en el año 1501 pidió al papa Clemente VIII indulgencias para aquellos devotos que se confesasen y comulgasen en la capilla. Fue el 11 de enero de ese mismo año 1501 cuando se establecieron oficialmente los estatutos de la cofradía, que se llamó de Santa María y Santa Águeda. La Cofradía se hizo cargo durante el siglo XVI del culto a Santa Águeda, siendo confirmada el 12 de febrero de 1533 por el emperador Carlos V (en tanto que rey de Aragón). La fundación de la Cofradía fue el motivo que provocó el cambio de nombre de la Capilla Real, que el año 1601 pasó a denominarse como “de Santa María y Santa Águeda”.

Capilla de la Epifania

Los estatutos de la Cofradía de Santa Ágata se resumen así: primero, que la cofradía sea mixta, de manera que cualquier persona de buena voluntad pudiese ser admitida, sin importar su estamento o condición social, previa condición de pagar una cuota de entrada de “dotze diners”, y que cada año paguen de cuota anual “sis diners”. Segundo: cada año, pasados dos domingos de la fiesta de Santa Águeda, se elegirá la junta de la Cofradía, que se conformará de tres personas, las cuales tendrán custodia del libro en donde se dan las altas y bajas de los cofrades, y se encargaran de recaudar las cuotas y limosnas. Tercero: cada junta saliente rendirá cuentas a la junta entrante, bajo la atenta supervisión del sacerdote capellán, que era un padre mercedario. Cuarto: la capilla de la Virgen de los Reyes y Santa Águeda será la sede de la cofradía, y podrán reunirse en ella para lo que consideren oportuno, celebrando juntas y reuniones. Quinto: la Cofradía se hará cargo de hacer un retablo a la santa, y custodiarlo y darle culto, así como proporcionarse ornamentos litúrgicos necesarios. Sexto: la Cofradía podrá contratar una persona para ayudar a distribuir la comunión cuando los fieles sean muchos. Séptimo: la Cofradía puede tener trapos mortuorios propios para celebrar los entierros de sus miembros, así como celebrarlos en la capilla con los candelabros que haga falta. Octavo: los administradores podrán percibir herencias testamentarias y otras limosnas dejadas por otras vías.

Antigua capilla de la Catedral

A principios del siglo XVIII, el Palacio Real Mayor se convirtió en convento, pero parece que la capilla de Santa Águeda quedó como capilla aparte, y siguió haciendo sus funciones de forma independiente. El Palacio Real se había cedido a las Monjas de Santa Clara, que instalaron allí su convento. Este cambio se debió a que el rey Felipe V construyó la Ciudadela arrasando parte del barrio de la Ribera, y el convento de Santa Clara se encontraba justo en medio, por lo que Felipe V autorizó a dar el antiguo Palacio, entonces vacío, como compensación. Las monjas acabaron las reformas en 1724, convirtiendo en antiguo Salón real del Tinell en la iglesia de Santa Clara.

Al empezar el siglo XIX la Cofradía de Santa Águeda, que dependía de un sacerdote mercedario, se trasladó al convento de la Merced, como constatan unos “goigs” del año 1820, supongo que por el abandono que poco a poco iba teniendo la antigua capilla real. Es de entender que se llevarían con ellos sus pertenencias y también la reliquia de la piedra. Según afirma Joan Amades, la Cofradía de Santa Águeda se trasladaría una última vez a la vecina parroquia de San Jaime, ya que los Mercedarios fueron expulsados en 1823, durante el Trienio Liberal. Allí la Cofradía siguió existiendo hasta finales del siglo XIX, en donde se pierde la pista de la Cofradía, de la reliquia y de su altar.

Con la Desamortización de Mendizabal de 1835 el antiguo Palacio Real dejó de ser convento y se expropió, y la expropiación incluyó también la Capilla de Santa Águeda, como parte del conjunto antiguo. La antigua Capilla Real se puso a la venta en subasta pública en 1844, y el Gobierno Provincial pensó incluso en derruirla. Fue entonces cuando el Ayuntamiento de Barcelona intervino de urgencia antes de que fuera demolida. Mientras se pensaba en qué uso podría tener, el edificio fue utilizado como imprenta de un periódico, como teatro, como almacén de maderas, incluso lo ocuparon los escultores Vallmitjana para establecer allí su taller, tal i como indican Antonio de Bofarull en su Guía de 1855 y Víctor Balaguer en 1866. A pesar de que una de las ideas que más circulaban era la de convertir Santa Águeda en un panteón de catalanes, ilustres, al final la capilla se restauró, siguiendo los criterios de Elias Rogent, y se convirtió en un Museo de Arte y Arqueología, que abrió al público en 1879. Ya en el siglo XX, la capilla se convirtió en sala de conferencias. A pesar de ello, aún a día de hoy, durante la fiesta de Santa Águeda sigue ejerciendo de capilla, puesto que se la dotó de un altar consagrado.

Los panecillos de Santa Águeda

La devoción a Santa Águeda se daba sobre todo entre las mujeres, y por ello era invocada por ellas contra las dolencias de pecho. Se explica una anécdota antigua sobre ello. A finales del siglo XIX el vigilante del Museo de Arte se encontró con una mujer arrodillada ante la antigua capilla de la santa, convertida en depósito de escultura, con dos cirios en la mano, en medio de otras imágenes, sarcófagos y otras piezas de arte. Él le preguntó qué hacía, y ella le respondió que si aquella imagen era la de la santa que guarecía el mal de pechos, que lo necesitaba urgentemente.

La protección de Santa Ágata sobre el mal de pecho dio origen a una curiosa costumbre, la de bendecir panes con forma de senos de mujer, que son bendecidos el día 5 de febrero y repartidos entre las mujeres, con la esperanza que al comerlos éstas se fortalezcan y eviten el odioso mal. El folclorista Joan Amades explica que los panecillos con forma de pecho ya existían des de la fundación de la cofradía, y que era costumbre que los esposos se los regalaran a sus mujeres. Las mujeres jóvenes se los comían remojados en leche, ya que confiaban en la intercesión de la santa para facilitar una buena lactancia y alimentar a sus hijos.

Aquí he de introducir una anécdota personal mía. Yo fui durante un tiempo monaguillo en la misa de Santa Águeda de Barcelona, ya que la persona encargada de organizar la misa, Sr. Joan Rosàs i Reverté, era alto funcionario de la Generalitat i también prior de la Congregación de los Dolores de Badalona. La Congregación de los Dolores de Badalona se encargó durante unos cuantos años de organizar la fiesta, buscar el sacerdote y bendecir los panecillos para las mujeres, y yo colaboré con ellos. Créanme cuando digo que la cola para recoger los panes era interminable, y costaba mucho conseguir uno para mi madre. En los últimos años se hace cargo de la misa la entidad de mujeres “Grup Àgata” contra el cáncer de mama, que se han convertido en una especie de sucesora espiritual de la Cofradía, ya que dan sentido a su misión original.

Bibliografia

—Joan Amades i Gelats, Costumari català. Vol III. El curs de l’any. Febrer i març, Barcelona: Salvat, 1986.

—Víctor Balaguer i Cirera, Las Calles de Barcelona. Vol. II., Barcelona: Establecimiento de Salvador Manero, 1866.

—Bonaventura Bassegoda i Amigó, La Real Capilla de Santa Águeda del palacio de los Reyes de Aragón, en Barcelona. Notas histórico-críticas, Barcelona: Tipografía A. C. de F. Giró, 1895.

—Antonio de Bofarull y Broca, Guia Cicerone de Barcelona, Barcelona: Imprenta Hispana de la V. Castaños, 1855.

—Manuel de Bofarull y de Sartorio, Gremios y cofradías de la antigua Corona de Aragón, Barcelona: Imprenta del Archivo de la Corona de Aragón, 1876.

—Catalina Martín Lloris, Las reliquias de la Capilla real en la Corona de Aragón y el Santo Cáliz de la Catedral de Valencia (1396-1458) [tesi doctoral], Universitat de València, 2010.

—Andrés Avelino Pi y Arimón, Barcelona antigua y moderna, o descripción de e historia de esta ciudad desde su fundación hasta nuestros días, Volum I, Barcelona: Imprenta y Librería politécnica de Tomás Gorchs, 1854.

 


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