Víctor Lafuente Sánchez
Hermano Mayor de la Hermandad Franciscana de la Santísima Virgen de la Piedad, del Santo Cristo Señor de la Vida y de la Muerte y de San Francisco de Asís de Palencia y
Director del IV JOHC, Palencia 2016
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Víctor Lafuente |
Os
tengo que confesar que, en un principio, yo también me dejé arrastrar por la
apatía y la desilusión. Mi Hermandad, la Piedad de Palencia, la más pequeña de la
ciudad con unos 150 hermanos, venía de vivir una época un tanto complicada; yo
había salido elegido como Hermano Mayor en septiembre de 2019, y me enfrentaba
en la primera Semana Santa en el cargo a un inédito desafío. Así pues, tras ese
inicial desánimo, y tras una reunión telemática de la Junta de Gobierno, en la
que pudimos analizar la situación y plantear diferentes propuestas, decidimos
no dejar pasar la ocasión y plantear un servicio de streaming multiplataforma:
PIEDADtv.
El
servicio, nuestra “televisión” particular, ofreció una programación especial
coincidente con nuestras procesiones titulares, que incluyó, además la
retransmisión de los actos litúrgicos, momentos de oración, reportajes de años
anteriores, así como cine específico con temática bíblica y franciscana. En
definitiva, una “parrilla” completa de hasta 41 programas, con un total de 45
horas de emisión a lo largo de toda la semana, que pudiese impregnar, a
nuestros hermanos y a cuantos devotos decidieran seguirla, del espíritu de la
Semana Santa, aún en esas circunstancias especiales.
Esta
amplia programación cosechó un total de 11.288 espectadores (un 45% en
Instagram, en sus servicios Directo e IGTV, otro 45% en Facebook, y un 10% en
Youtube). El día de mayor audiencia fue el Miércoles Santo, con 528
espectadores viendo en directo la Procesión virtual de Luz y Tinieblas, 499 el
Ejercicio de Tinieblas, y 465 el Ave María que, en sustitución de la
tradicional despedida, se cantó, de una manera muy emotiva, desde un balcón de
la calle Mayor. Por otra parte, el Sábado de Pasión, hasta un total de 548
espectadores siguieron en directo la procesión de Piedad y Reconciliación y su
correspondiente celebración. Se emitieron también, de manera virtual, tanto el
tradicional Besapié al Santo Cristo Señor de la Vida y de la Muerte, con 471
espectadores, como el Besamanos a la Santísima Virgen de la Piedad, con 1.515
espectadores. Todas estas emisiones se vieron complementadas por una gran
actividad en nuestras redes sociales: 218 publicaciones en Instagram, con un
total de 86.286 impresiones; 118 publicaciones en Facebook, con 26.849
impresiones; por último, la publicación de 36 tuits en la red social Twitter,
con 12.734 impresiones.
Lo
cierto es que gracias a todo este despliegue de medios conseguimos mantener en
nuestros hermanos la ilusión por su Hermandad y una vivencia profunda de los
misterios de la Semana Santa; también la “chispa” de la acción, ya que en la
elaboración de todos los contenidos que se emitieron colaboró un grupo de entre
30 y 40 personas, especialmente del sector más joven de la Hermandad.
Tras
el desconfinamiento, la desescalada, y una relativa vuelta a esa denominada
“nueva normalidad”, el curso cofrade siguió avanzando. La Hermandad retomó, con
todas las indicaciones sanitarias pertinentes, el tradicional Triduo Cuaresmal,
que tuvimos que suspender después de un día por la entrada en vigor del Estado
de Alarma, reprogramando esos cultos para el mes de septiembre. Pudimos
celebrar, también en ese mes, la primera “veneración” en tiempos de pandemia de
nuestra ciudad, en sustitución de nuestro Besamanos del Sábado Santo. Las
restricciones se iban endureciendo (el impacto de la pandemia en la ciudad de
Palencia ha sido intenso y continuo en el tiempo), pero aun así decidimos
instalar nuestro tradicional Belén de Hermandad en nuestra sede canónica; un
belén que otros años participa en una ruta común junto al resto de cofradías
palentinas, pero que en esta ocasión se ha quedado solo, como tímido testimonio
de la religiosidad popular también en el tiempo de la Navidad.
Un
año después, a casi dos meses de una nueva Semana Santa, las Hermandades nos
volvemos a situar en una difícil encrucijada. La situación exige una gran
altura de miras, que combine una exigible responsabilidad con la grave e
imprevisible situación que todos vivimos, y una necesaria “normalización”, en
la medida de lo posible, y con todas las indicaciones y restricciones impuestas,
de la vida cofrade en el seno de nuestras Hermandades. Hace un año vivimos el
bochornoso espectáculo de la carrera por ser los primeros en suspender, en
cancelar, en cerrar. Un año después, lejos de mejorar, estamos viendo el
espectáculo repetido, desgraciadamente, por muchas autoridades eclesiásticas.
Leía
hace poco en un artículo de Daniel Marín, para “El Foro Cofrade”, que “en su
afán por mantenerse a los mandos, las juntas de gobierno han creado a hermanos
tontos, deslocalizados, con un sentido de pertenencia a la hermandad muy
superficial”. Y, a continuación, decía el mismo autor que en cierta ocasión, un
directivo de una Hermandad le relataba las bondades del hermano capirotero:
“paga la cuota, no viene a nada, no se implica en nada, no molesta y sostiene
económicamente a la hermandad”.
Y…
¿qué pasa con nuestras Hermandades, y con nuestros hermanos capiroteros, que
tanto parece que hemos fomentado, ahora que no parece que vaya a volver a haber
procesiones en el corto plazo? Hemos visto, durante el año pasado, Hermandades
que se lanzaban a “cancelar” el cobro de la cuota, ante la no celebración de la
Semana Santa, ofreciendo el peligroso mensaje de ligar la cuota a la
celebración como si de una peña festiva se tratase. ¿Qué pasa con nuestra vida
de Hermandad? ¿Qué papel deben cumplir las Hermandades en esta nueva coyuntura?
Terminaba el artículo que antes he mencionado con esta desalentadora sentencia:
“Las hermandades, hoy, a pesar de ser entidades religiosas, se han visto superadas
por su realidad cívico-cultural. Procesiones y caridad. Sin lo primero, lo
segundo desaparece lentamente. ¿Y qué quedará después? Nada”.
Recuperemos
la plasticidad que siempre dio sentido a nuestras Hermandades. La religión,
enseñada a través de la imagen, al servicio de la calle… sí, de la calle, pero
sobre todo al servicio del creyente. Ahora que ya “no existe” la calle, por los
peligros que entraña, aforemos nuestros templos y nuestras sedes, y ofrezcamos
nuestra más que ensayada forma de evangelizar a través de la imagen, para todo
el que quiera acercarse. Hace falta una iglesia de puertas abiertas, de
umbrales, donde siempre se movieron tan bien las hermandades, para convertir
los interiores en nuevos exteriores. Y salgamos, por qué no, a la calle, con
toda la seguridad que el momento requiere… ¿no nos lo enseñó el Gran Poder cuando
salió a su plaza en Sevilla a presidir su 400 aniversario el pasado 1 de
octubre? Un paso a hombros, con mascarillas; una plaza aforada, con asientos
asignados y distancia social… y Dios volverá a pasear entre nosotros.
Este
año es crucial, toca mojarse. Ya no podemos “solucionar la papeleta” con cuatro
videos emitidos por Youtube y otras tantas publicaciones en redes sociales, que
también. Este año ya no sirve la tan manida excusa del confinamiento, que se ha
generalizado después a la excusa de la “situación sanitaria”. Las cofradías son
mucho más que la procesión anual con motivo de la Semana Santa… y ahora ha
llegado el momento de demostrarlo. Debemos retomar lo que estamos celebrando,
porque lo importante es el qué, y no el cómo. Expongamos nuestras imágenes para
la veneración de los devotos, que la procesión de fieles pase por delante de la
imagen y no al revés; redescubramos el sentido de la oración, ofreciendo espacios
de reencuentro para nuestros hermanos con “sus” imágenes; demos a los actos
litúrgicos, si cabe, un sentido más cofrade, y retomemos el sentido de la
penitencia en el interior de los templos.
No
esperemos a que la situación mejore, porque seguramente no mejore. Como le
decía yo el otro día a mi Consiliario: “prefiero suspender lo organizado, que
no improvisar, a última hora, lo no organizado”. Estudiemos la situación, los
toques de queda, los aforos de los templos, las distancias de seguridad, las perimetraciones
municipales, provinciales y autonómicas… y diseñemos iniciativas viables,
originales, responsables, sugerentes e inclusivas. Hagamos que el hermano se
reencuentre con su Hermandad. Convirtámonos en gestores, y consideremos esta
adversidad, porque lo es, como una oportunidad.
Creedme,
se puede. Yo llevo un año viendo caras de ilusión en mis hermanos que no había
visto en todos los años anteriores. Ofrezcamos a nuestros hermanos algo por lo
que ilusionarse, alguna certeza entre tanta incertidumbre. Ofrezcamos a
nuestras Hermandades la oportunidad de reinventarse… y no morir.
Nada
ha cambiado. Saquemos a Dios a la calle, traigamos al creyente a la iglesia, y
sigamos dando esperanza a un mundo desesperanzado, como siempre hicimos.
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