¿Es cristiano celebrar Halloween? ¿Es cristiano celebrar la castañada?

 


Xavier Alarcon i Campdepadrós

 

Cuando faltan una o dos semanas para el día 1 de noviembre, empezamos a ver proliferar por todos los escaparates de tiendas, bares y restaurantes, balcones y fachadas, e incluso por los medios de comunicación, una horda de calabazas, murciélagos, zombies, brujas, gatos negros y otras decoraciones, que a veces suelen estar bien hechas, pero a veces no dejan de tener su punto “cutre”, como de despedida de soltero en horas bajas. Yo, que tengo ya una edad, no puedo más que suspirar y decir: ¡Otra vez ya llegó Halloween! Y ahora, encima, con la llegada de la cultura mexicana, hemos de convivir también con el Día de Muertos y las simpáticas y dicharacheras “catrinas”, esas calaveras de colorines que, a pesar de simpáticas, no dejan de ser huesos descarnados de un ser humano. 

Por otro lado, en Cataluña, que somos diferentes y nos gusta recordar-lo, celebramos la Castañada, y hacemos la competencia a los vampiros de dientes de plástico a base de inundarlo todo con castañas, boniatos, un sinfín de dulces rebosantes de colesterol, hojas secas de platanero, vino dulce y, sobretodo, con la castañera, una enorme y vieja señora arrugada y sonriente que no deja de recordarme a la abuelita de Heidi.

Es divertido ver la mentalidad de cada comerciante y de cada persona según como decore su escaparate, y si vas por barrios se ve la diferencia con claridad. Batallas típicas, como cuando en las fiestas de los pueblos luchaban los azules contra los rojos, o como cuando en la Guerra de Sucesión Española, la gente ponía en sus puertas cerraduras con forma de águila (Áustrias) o con forma de corona (Borbones) para identificarse con su bando favorito.


Cuando yo era pequeño, todo esto no existía, y por eso ahora me planteo: ¿Tiene algún sentido para los cristianos celebrar estas fiestas? Por descontado que cualquier excusa es buena para disfrazarse, beber, bailar y hacer la cabra loca… pero ¿sabemos por qué lo hacemos? Y en tal caso, ¿nos importa? Dejadme que os haga un repaso rápido a los orígenes de todo esto y a partir de aquí decidid.

Noviembre es el mes clave del otoño. El frio se recrudece y nos acercamos al invierno. Noviembre era el mes en que ya no había cosechas, ya que tanto el trigo como la uva se habían recogido, y por tanto tocaba esperar a que la nueva semilla germinase. Noviembre era un tiempo en que la vegetación palidecía y desaparecía. Un mes en que la vida se empequeñecía, y el ser humano no podía hacer nada más que meditar en ello, ya que el mundo tradicional no conocía la televisión, el tik tok, el minecraft, o los videos de gatitos del youtube. Para acabar, el frío hacía enfermar a la gente, y muchos, en especial los ancianos, morían. Ahora que estamos en medio de la segunda ola de la pandemia del Covid lo entendemos mejor. Noviembre era una mala época para la fiesta.


Por todo esto se entiende que el noviembre fuera considerado un momento idóneo para recordar a los difuntos, pensar en los que no están, y ser conscientes de que quizás uno mismo no llegue vivo al noviembre siguiente. Todas las culturas antiguas occidentales (griegos, latinos, celtas, íberos, bárbaros de diverso pelaje y cascos con cuernos) sentían una especial predilección por este mes para realizar los ritos funerarios de recuerdo a sus personas amadas. Y cuando la Iglesia se empezó a extender por Occidente asumió con gusto esta costumbre, no para hacer la competencia o para conquistar o asimilar a los nuevos pueblos, como suelen explicar los sociólogos y antropólogos que no saben de historia, sino por qué es algo bueno. Está bien orar por los difuntos. Es humano y profundamente entrañable recordar a los que se han ido, y también es un mandato bíblico.

Pero ¡alerta! Que la Iglesia tiene su propia forma de entender la vida y la muerte. Los cristianos creemos con firmeza que este mundo no es el final, y que nos espera otra vida en el más allá, en donde veremos a Dios de manera completa, y habitaremos con él de manera plena y feliz. Ya lo decimos en el credo cada domingo “creo en la resurrección de la carne y la vida eterna”. El alma es inmortal y si bien el cuerpo material se pierde con la muerte, no desaparecerá para siempre, ya que lo recuperaremos en el último día, (si no tenéis el valor de creer esto bajaos del carro, porque el cristianismo es lo que defiende).

Truco o traco. Fuente: 20 minuts
La Iglesia construyó su propia manera de celebrar la vida y la muerte y recordar a los difuntos. Lo hizo en forma de “pack” de dos días, el 1 y 2 noviembre. La liturgia, que cuando quiere es muy sabia y sobretodo muy catequética, celebra el fin de la vida terrena con la alabanza del premio de la inmortalidad. Por eso el día 1 de noviembre, el primer día del mes de los difuntos, es la Fiesta de todos los santos, de todos aquellos que han abandonado este mundo y ahora están en la presencia de Dios. Todos los que están en el cielo son santos, y como nuestra meta es llegar al cielo, si Dios quiere nosotros también seremos santos, estaremos con nuestros familiares que nos precedieron en este camino de fe, y en el futuro alguien nos recordará en este día. La Fiesta de todos los Santos es un patrimonio de la humanidad entera redimida por Cristo. Los del cielo ya la celebran continuamente, y nosotros esperamos celebrarla con ellos en el futuro. Pero como este camino es largo y sin trabajar no se obtiene nada bueno, la Iglesia instituyó el día 2 de noviembre como fiesta de los Fieles Difuntos, para recordar y sobretodo orar por todos aquellos difuntos que necesitan la misericordia de Dios de una manera especial. Porque los cristianos queremos que todas las almas de todo el mundo descansen en la paz de Dios, incluso las que no siempre obraron correctamente.

Volviendo a la pregunta inicial. ¿Los cristianos podemos celebrar Halloween? La respuesta es “depende”. Halloween significa Vigilia de todos los Santos (All Hallows evening), por tanto sería absurdo afirmar sin más que es una fiesta sin origen cristiano. Celebrar que los muertos puedan alcanzar la gloria está bien. Recordar a nuestros seres queridos, orar por ellos y pedirles que nos ayuden si ellos ya gozan de la vida eterna, está bien. Celebrar la muerte eterna y sobretodo la muerte en vida (zombies) está mal, muy mal. Porque, por mucho que lo camuflemos diciendo que es una fiesta y una diversión, disfrazarse de zombie o de muerte es condescender con su mensaje. Un zombie, por ejemplo, es un muerto condenado a no poder descansar, un muerto sin alma en el que Dios no pinta nada. Su cuerpo ha sido violentado a pudrirse fuera de su descanso. ¿No nos parece una crueldad? Los fantasmas son almas que no gozan del cielo, y las brujas y los demonios expresamente pretenden construir un mundo sin Dios. No hay nada más alejado de la visión cristiana de la vida eterna que un fantasma, condenado a estar fuera de la comunidad de los santos y sin Dios que le ayude y le guie. Es por ello los cristianos nunca han creído en ellos, ya que sabemos que las almas de los justos están en manos de Dios, y ningún tormento las tocará. Dios nos quiere para él.

Meme que corre per les xarxes socials.

 Es por ello que yo prefiero la castañada. Al fin y al cabo es la fiesta del otoño, la fiesta que más recuerda el sentido original precristiano de la muerte. La castañada es una fiesta familiar, que en el sur de Francia, en Cataluña e incluso en el norte de Italia se documenta ya de antiguo. Aquí, en Cataluña, las escuelas durante la Democracia la potenciaron mucho para que los niños hicieran regalos a sus mayores. Es la fiesta del ocaso que nos invita al recogimiento, a estar en casa con los nuestros y a disfrutar de comida típica de esta época. ¿La castañada es cristiana? No, no los es. Está al margen de la fe, pero tiene un fondo humano muy bello y por tanto no es contraria al mensaje de Jesús.

Yo prefiero comer panellets, que mi madre los hace muy buenos, y olvidarme de brujas y fantasmas, que al fin y al cabo nunca han existido más que en la imaginación de la gente débil. Yo tengo fe en Dios y en la vida de la gloria. ¡Buena fiesta de Todos los Santos!

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